Desde su nacimiento en el año 2017, el Petro, una divisa digital centralizada impulsada por Nicolás Maduro, generó varias interrogantes a su alrededor, especialmente por cuestiones centradas en la credibilidad de sus creadores, mientras que con el pasar del tiempo, otra clase de dudas fueron agregándose conforme nuevas iniciativas salían, por lo que en pleno 2020, la moneda digital genera dudas tanto a nivel tecnológico, económico, tributario, y especialmente, dudas de credibilidad
En la narrativa inicial, el Petro fue vendido como una criptomoneda, como un criptoactivo, un discurso que aún sostienen ciertos voceros y personas que apoyan ciegamente la moneda digital, porque sí, el Petro es una moneda digital. Esta no es una opinión propiamente de las varias que leerán en el artículo, es una definición realizada en el mismísimo white paper del proyecto. Entonces, comienzan las dudas, ¿por qué continuar con una narrativa de “criptomoneda” cuando ni en el mismo documento técnico del Petro lo definen como tal?
Por otro lado, las diferentes características en torno al Petro, dificultan su percepción como una criptomoneda, ya que su centralización, contraria a la naturaleza blockchain que profesa, donde la descentralización es clave, impide acceder a sus repositorio de código de fuente, a desarrollar auditorías sobre los movimientos en su cadena de bloques, que además es privada, donde los nodos que mantienen la red operan de manera secreta por medio de la Superintendencia Nacional de Criptoactivos (Sunacrip), sumado a la imposición de su precio en 60 dólares, entre otros aspectos técnicos, reflejan que, si en algún momento fue construido en las líneas de un token ERC-20 basado en la blockchain de Ethereum, un derivado de NEM o bajo la tecnología X11-hibrida PoS-PoW derivada de Dash, como anuncian en su último documento técnico, la realidad hoy es que el Petro está lejos de funcionar como criptomoneda, para a duras penas, no sin destinar recursos, narrativa y esfuerzos que resultan en una imposición, operar como un medio de pago, que tampoco logra consolidarse.
Entonces, luego de varios white papers, el deformado Petro pasó de criptomoneda a moneda digital, mientras que ésta definición en el último documento presentado, podría ser la única verdad dicha hasta el momento sobre el Petro, pero a pesar de esto, Maduro, la vocería de Maduro, los canales oficiales vinculados al oficialismo, medios de propagación a su disposición y adeptos en general al proyecto, avanzan en la construcción de un estatus de criptomoneda que le resta credibilidad. Pero además, añaden un concepto exagerado, prácticamente un eufemismo, que es hablar de Venezuela como una “criptonación”.
A pesar de contar con diferentes contextos, un crecimiento en la búsqueda de resguardo económico en criptomonedas, crecimiento en su adopción, desarrollar iniciativas referentes a la industria y cultivar un interés creciente, Venezuela dista de un concepto tan amplio y categórico como el de una criptonación, y realmente hablar siquiera de estar en camino a ser tal cosa, es desentenderse de los fundamentos tras la idea de libertad financiera, resistencia a la censura y evolución tras las criptomonedas, como Bitcoin. Este tema, lo dejaremos para otro día, pero digamos la idea de una “criptonación” imponiendo una sobretasa de impuestos de hasta un 25% a las transferencias en criptomonedas, no luce como muy lógico, ni una idea en el mismo sentido de dirección.
Un mar de dudas
Entre el ser y no ser, que no es, cada iniciativa en torno al Petro despierta nuevos dilemas, nuevas dudas y confusión entre las personas, desde usuarios y beneficiarios de bonificaciones en petros durante los meses de diciembre de 2019 y enero de este año, los comerciantes que aceptaron petros y no han recibido sus liquidaciones, al menos no por completo, sumado a diferentes espacios del área jurídica, contable, instituciones bancarias y prácticamente cada espacio en Venezuela donde se haya decidido imponer el Petro. El experimento del Petro Aguinaldo, más allá de que Maduro asegure que “fue exitoso”, pero con algunos “detalles”, dejó millones de petros sin utilizar, petros convertidos en bolívares o gastados de forma limitada, además de traer consigo un impacto directo en el precio del dólar.
Maduro ha destinado recursos y espacios para impulsar el Petro en la economía venezolana, como una suerte de herramienta mágica indispensable para resolver todos los problemas de la misma, asegurando que éste representa “soberanía” y dándole un carácter “estabilizador” para la realidad económica en la nación. Decretó la venta de millones de barriles de petróleo, cobros de combustible para rutas áreas internacionales y servicios públicos del estado en petros, tasas tributarias, mientras que con su brazo parlamentario altamente cuestionado, la Asamblea Nacional Constituyente, se agregaron otros mecanismos en la búsqueda de su vinculación como una moneda de curso legal en Venezuela al asignarle, por ejemplo, el mismo IVA para consumos que el bolívar.
Sumado a las dudas que generó el Petro Aguinaldo entre comerciantes y usuarios, al mostrar una deficiencia en cuanto a su utilidad, se suman algunas preguntas desde el ámbito tecnológico, volviendo otra vez al dilema inicial de las inquietudes, por decir algo, sobre la cadena de bloques que la respalda y cómo funciona. Esto es algo que se puede apreciar constantemente en las redes sociales.
En una blockchain con un explorador, cualquier sujeto puede verificar las transacciones realizadas y ver su estado.
Si cualquiera puede "pelar" una cuenta sin presentar una transacción de bloque, eso no es una BC, es una DB centralizada.
El petro es una estafa, ya lo sabíamos. https://t.co/lncmmeZJzM— Jesus Lara (@phenobarbital) February 11, 2020
Cuando la desconfianza es tu carta de presentación…
Entonces, vemos en el Petro una especie de compilado de despropósitos, narrativos, tecnológicos y funcionales que, lo único que han generado, es dudas, incertidumbre y, principalmente, desconfianza. Pero la desconfianza no llega exclusivamente por mostrarlo como una supuesta criptomoneda, tampoco por fallar en varios puntos de su concepción o su funcionamiento, tampoco porque se imponga sin miramientos en la economía, ni porque se cree un clima de incertidumbre a su alrededor, la desconfianza que alimenta incluso cada uno de los puntos anteriores, es la poca, cuestionable y prácticamente nula credibilidad que tienen sus impulsores.
Resulta sumamente difícil imaginar cómo luego de llevar a la economía venezolana a un colapso sin igual, generando un escenario de migración masiva, hiperinflación y la pulverización del bolívar, del aparato productivo público y golpeando el sector privado del comercio nacional, afectando así la capacidad de ahorro, el poder adquisitivo y la vida, en general, de millones de venezolanos, puede una propuesta como el Petro, liderada por el oficialismo y Nicolás Maduro, los mismos artífices el caos, surgir como una alternativa eficiente y de real impacto en el escenario económico venezolano, con soluciones reales que logren aliviar las grandes dificultades que se viven en el día a día.
El Petro luce como un experimento de control centralizado, una gran base de datos exclusiva para quién sabe qué fines, ya que para los usuarios de la PetroApp, ni siquiera el control de sus llaves privadas poseen para manejar y administrar con poder absoluto sus fondos. Vuelven entonces las dudas, ¿por qué sistematizar el control de una “criptomoneda”? Sabiendo que el control es una de las principales características del chavismo/oficialismo por más de 20 años, ésta parece una pregunta más bien retórica.
Quizás, si la narrativa del Petro y su entrada en la realidad venezolana, viniese con un trasfondo, información y respuestas más concretas a las claras dudas y misterios a su alrededor, algo de credibilidad ganaría el proyecto, una cuestión que necesita muchísimo más que “influencers”, cuentas y publicaciones en redes sociales y una defensa enfocada en rasgos políticos, llamados a la “soberanía” y la “libertad” a los “ataques” del sistema capitalista. Quizás, los adeptos al Petro, en un ejercicio de autocrítica podrían exigir y responder cuestionamientos alrededor de la moneda digital centralizada, en lugar de cerrarse en una narrativa tendenciosa y con argumentos esquivos.
Los misterios del Petro despiertan cada vez más preguntas sobre el proyecto, sobre la realidad de los recursos que los sustenta, su intención real y cómo pueden beneficiar a los venezolanos. Mientras los discursos continúen en la línea de la integración a la fuerza, con carencias operativas y un impulso inorgánico, el Petro ganará peso en las más que válidas afirmaciones que vinculan al proyecto a una estafa, una base de datos centralizada con intenciones cuestionables o simplemente un mecanismo para alimentar la corrupción y del que se beneficiarán muy pocas personas, beneficiándose de la necesidad y la desatención de un gran sector la población.
A estas alturas, con todo lo anterior en mente, la pregunta más grande a plantear es, ¿por qué se puede confiar en el Petro? La confianza es algo que se gana con acciones, y las acciones de los impulsores del Petro -además del funcionamiento del token hasta ahora- no son precisamente confiables, desde hace muchos años. Por si hace falta aclararlo, la confianza no es algo que se pueda decretar en Gaceta Oficial.
Descargo de responsabilidad: Las opiniones e ideas presentadas en este artículo son del autor, no representan necesariamente el punto de vista o la postura de Criptotendencias
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