La primera criptomoneda nació como una moneda digital para otorgar libertad de acción a cada usuario con o sin acceso al sistema bancario.
La intención era, y sigue siendo, empoderar a los seres humanos para la creación y gestión del dinero sin importar culturas, ideologías, raza o creencias religiosas, ya que bitcoin no tiene ataduras con alguna ideología concreta, aunque en principio se ha asociado con una postura libertaria. A su vez, no depende de terceros (intermediarios) que pudieran decidir u obstaculizar como usamos este criptoactivo, lo que implica sacar a los gobiernos y bancos de la ecuación; hecho que más bien los ha involucrado por ir en contra de su status quo.
Bitcoin significa ir en contra del sistema económico y político tal y como lo conocemos.
Claramente bitcoin fue creado para subvertir al sistema y enfrentar cara a cara al Gran Hermano que nos observa y condiciona desde su principal herramienta de control social: el dinero, una representación y abstracción construida históricamente de lo que es el valor para la humanidad.
A pesar de todo su ideal contracultural, bitcoin posee algo muy valioso, pero que ya se está convirtiendo en un atributo en contra: su capacidad de registrar y hacer pública cada transacción asociada a una dirección concreta de envío y destino. Al hacer evidente todos los datos en un registro público, le da propiedades de pseudoanonimato a este criptoactivo. Y es que bitcoin nació para ser seguro, más no privado. Por supuesto, no se evidencia de forma directa quiénes son los involucrados en la transacción, al menos que la misma sea realizada por medio de un exchange centralizado con requisitos de “Conoce a tu cliente” (KYC por sus siglas en inglés).
En las últimas semanas se ha hecho viral en las redes sociales como algunos usuarios han enviado sus bitcoins desde un exchange a sus wallets, pasando previamente por un mezclador de criptomonedas para resguardar su privacidad. Esto con el fin de evitar que se asocie la cantidad de bitcoins movilizados con una dirección concreta.
El detalle está en que si lo haces desde un exchange centralizado con requisitos KYC puede resultar un problema, dado que ellos han demostrado que rastrean las transacciones de sus usuarios para determinar hacia dónde estos mueven sus fondos en bitcoin y cualquier otro criptoactivo. Esto podría hacer que el exchange interfiera en las transacciones, congele fondos o bloquee a sus usuarios, dado que no ve con buenos ojos que estos intenten usar herramientas de privacidad.
¿Cuál es la razón de ello?
Los exchanges deben cumplir con parámetros de orden legal en los países en los que operan, por lo que deben verificar quiénes son los usuarios que se registran y mueven fondos en su plataforma. En otras palabras, seguir y vigilar todos sus pasos. Esto implica que si un gobierno exige una rendición de cuentas, el exchange está en la obligación de otorgar toda la información sobre sus usuarios.
Esto significa que hemos salido por la puerta para entrar por la ventana, ya que el uso de las criptomonedas no necesariamente ha cambiado la manera de entender y gestionar el valor desde la visión de la descentralización, dada esta por el uso de una tecnología disruptiva como la blockchain.
Este hecho atenta contra la misma forma de vida bajo la cual fue pensado y creado bitcoin: otorgar libertar y autonomía, sin control ni vigilancia por parte de terceros, en especial los gobiernos. El mismo ideal cypherpunk así lo establece.
El presente escenario indica que se está intentando que bitcoin forme parte de una dinámica económica y política que busca frenar su movida contracultural o antisistema, para integrarlo dentro de las reglas de juego de las economías centralizadas (controladas) por los gobiernos y la banca tradicional.
Esto se debe a que bitcoin está planteando cambiar las reglas de juego sobre como socializamos el valor desde la creación, gestión y uso del mismo para diversas actividades económicas del ser humano.
Esta situación no gusta a los gobiernos, bancos, ni mucho menos a las grandes corporaciones financieras, quienes buscarán por el momento diversas formas de frenar el avance y adopción de bitcoin y las criptomonedas.
Por el momento, quedará buscar otras alternativas, como los exchanges descentralizados más orientados hacia las transacciones p2p, sin la necesidad de KYC. Claro está, el mayor volumen de transacciones y liquidez de mercado se encuentra por ahora en los exchanges antes mencionados. Será un proceso que tardará un tiempo en ser adoptado de forma masiva, en caso que ocurra, para otorgar mayores libertades, ya que la privacidad es un derecho y no un privilegio.
A medida que se masifique el uso, adopción, pero sobre todo el conocimiento sobre lo que es y significa usar una criptomoneda, podremos crear una sociedad en la que el poder del dinero le pertenezca realmente a las personas para tomar el control de su destino.
Imagen de portada: 🇨🇭 Claudio Schwarz | @purzlbaum en Unsplash
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